Como el metro en hora punta. Como una multitud que se mueve al compás de los sonidos de un concierto multitudinario. Como un niño que está aprendiendo a nadar. Como un embotellamiento en la A-6. Como la fila de reprografía de cualquier facultad en febrero o en junio...
Como una persona con sus alas atadas con una recia soga.
Sus anhelos de libertad, sus ganas de vivir momento a momento, su manía de exprimir cada segundo al máximo, su coqueteo con el límite entre el bien y el mal... Eso y mucho más marcaban el ritmo de los latidos de su corazón. Señalaban los pasos de su joven vida. Y por eso no era feliz. Todo el mecanismo que la hacía ser ella se había parado de repente. Como si un engranaje hubiese fallado. Como si una mañana no se hubiese acordado de engrasar la maquinaria. Como si alguien se hubiera encargado de dar al botón rojo de 'stop'.
Se dice que el cuerpo humano puede pasar una semana completa sin agua y hasta un mes sin comer. Ý treinta días tardó ella en darse cuenta que su esencia había dejado de inundar ambientes y su luz ya no iluminaba aquellos rincones por los que pasaba porque se había apagado. Sus alas, las que la proporcionaban la libertad que necesitaba para vivir incluso más que el comer, habían sido atadas con una recia soga. Sintió agobio. Observó como poco a poco se iba ahogando. Y de pronto, una mañana, vio que una hebra se había salido de aquel cordón que inmovilizaba sus ganas de vivir. Para ella un ráfaga de esperanza. Si aquel pedazo de cáñamo se había desprendido significaba algo. Probablemente que aquello carecía de sentido.
Y luchó. Contra todo lo que él había querido que fuese. Contra sus intentos de moldearla a su imagen y semejanza. Contra su soga. Para ella, una esperanza. Para él, el final de algo que cojeaba porque ya no había sentimientos, ni ilusión, ni ganas de nada. Aquella soga se los había llevado consigo. Al fin, un martes, la soga terminó por ceder ante el constante e incansable batir de mis alas y le dije adiós. Me di la vuelta y le grité al mundo que me diese alas, que ya sabría yo cómo volar...
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