lunes, 22 de febrero de 2010

Sentimientos impuestos




Hace un par de semanas estaba haciendo la compra en uno de estos lugares, que pertenecen a una gran cadena comercial española, donde tienen de todo. Mientras esperaba la fila me fijé en un hombre que, apresurado, intentaba elegir uno de los ramos de rosas que ofrecían con motivo de la ¿festividad? del 14 de febrero.


Estos detalles que nos muestra la vida de vez en cuando dan que pensar. ¿Nos imponen los sentimientos? ¿Por qué nos vemos obligados a mostrar las sensaciones que nos provocan las personas un día concreto? ¿No es mejor sorprender a nuestros seres queridos? Es increíble como la sociedad, poco a poco, nos ha obligado a celebrar cosas de estas que no son más que consecuencias de un consumismo que nos devora sin ser conscientes de ello. Lo mejor de todo es que vivimos en un tiempo en el que todo se ha deshumanizado y las parejas se rompen con mayor facilidad. Hemos olvidado el significado de palabras como fidelidad, compromiso, compartir... Pero aún así nos piden que demostremos nuestro amor a la persona que comparte con nosotros cada segundo del día... Contradicciones increíbles...


Esto es en lo que creo. El amor ha dejado de existir y ha pasado a ser una necesidad que los humanos necesitan cubrir igual que la sed o el hambre. Así pasa. Se hace rápido y mal y las consecuencias son fatales. Las personas creen en un compromiso que se tambalea cada segundo porque se olvidan que en este juego llamado amor hay que perder para poder ganar. Nos imponen sentir, nos imponen tener una relación porque eso dará estabilidad a una parte de nuestras necesidades humanas... Todo eso nos lleva al fracaso en dicha parcela y cuando una persona empieza a acumular varios tropezones se olvida de cubrir esa parcela y, por supuesto, del objetivo primitivo de compartir un sentimiento que no es otro que unir caminos para complementarse y estar un pasito más cerca de la utópica felicidad.


Probablemte sea mejor ser cobarde y no comprometerse con nadie más aparte de con nosotros mismos o quizás nos fuese mejor si nos comprometiésemos cada noche con alguien del que no sabremos nada al día siguiente... Lo que sea antes de vivir una farsa que se hace aún más latente el 14 de febrero...

sábado, 13 de febrero de 2010

Pasos acelerados


Cada día baja corriendo las escaleras mecánicas del intercambiador con la prisa metida en el cuerpo porque parece que pierde el metro que la aleja cada tarde del ajetreo de la gran urbe. No tiene tiempo de aburrirse, por ello cada día tiene sus pensamientos inmersos en algo: Un libro, el periódico, sus cascos de música... La misma rutina de siempre, los mismos actos mecánicos que podría hacer con los ojos cerrados. Todo ello ejecutado con la indiferencia de la que no se cree observada. De la que piensa que nadie se fija ni vigila cada uno de sus movimientos.


Sentado en una esquina de las escaleras del intercambiador la observa cada tarde a esa hora en la que la fuerza de voluntad debe ser más poderosa que el sueño si no quiere perder la batalla. Siempre corriendo, siempre justa de tiempo. Eso es algo que ya nunca podrá cambiar. Su bolso negro es su compañero perenne. Algunso días lee unperiódico deportivo, otros se entrega a la lectura y a su poder de evasión. Muchas veces lo acompaña de su música americana que golpea lsus tímpanos sin que a ella le afecte. La costumbre... En otras ocasiones habla por el teléfono o manda un mensaje desde su móvil. Siempre tiene algo en la mente. Eso es lo que la mantuvo a flote en otros tiempos teñidos de un negro azabache intenso. La falta de tiempo para perderlo en nimiedades hizo que se deshiciese de sus recuerdos pero esto es algo que él era incapaz de percibir.


Así todos los días. Así cada tarde a primera hora. Todo igual. Cuando la noche cae y ella regresa las cosas son distintas. Él toma nota de sus acompañantes, del gesto cansado de su cara, de los últimos coletazos de conversaciones que acaban al pie de las escaleras... Y ella actúa de forma natural obviando la presión de dos ojos que la estudian minuciosamente. Todo esto a él le produce regocijo porque ve que la vida de esa persona ha evolucionado pero sigue estancada en el frente de los sentimientos. Es la única forma de sentirse superior a la mejor persona que ha pasado por su vida, a la mujer que renunció a sus ansias de libertad y a su sed de aprender cientos de cosas nuevas por él. Claro que hay errores que pueden ser subsanados a tiempo y él, sin quererlo, la ayudó en esto cuando la abandonó a su suerte.


Hoy las cosas han cambiado. Cuando ha bajada del metro, ha recorrido el andén como siempre. Ha subido las escaleras con sus pasos amplios y seguros igual que todos los días. Pero desde su situación no ha sido capaz de ver que una media sonrisa asomaba en sus labios. Y de pronto hay alguien esperándola pacientemente. Se funden en un abrazo cargado de cariño, intenso, lento, infinito... Él la besa suavemente y salen ignorando la mirada que los persigue. Una mirada que pertence a alguien que siente que se hunde sin remedio. Él eligió el equipo abocado al fracaso, ella nunca perdió la fe en sí misma y así constituyó la base de un éxito que se extendía en todos los frentes de su vida...