El equipo blanco perdonó en la primera parte y dejó que los azulgranas se escapasen vivos. Los de Guardiola se corrigieron y cuando empezaron a jugar, llegó la recompensa en forma de gol.
Hay películas en las que, tras diez minutos de cinta, sabes perfectamente cómo terminará la historia. Incluso a veces con tres minutos basta, pero ese es otro asunto. En el gran partido que ayer tuvo como escenario el Camp Nou pudo pasar algo parecido cuando los blancos, en el minuto 20, se acercaron a la portería de Valdés. Kaká cinceló la jugada en la frontal del área y Cristiano era el encargado de dar el toque final, el que convierte la obra en algo magistral o la reduce a fracaso. Y, por desgracia, pasó lo segundo. El pie derecho de un impresionante Valdés devolvió al madridismo a la realidad desviando el balón fuera de los tres palos. Si el Real Madrid hubiese marcado ese gol, el final de esta película habría sido blanco impoluto.
La cinta empezó a proyectarse desde cero pero el fantasma del error siguió planeando sobre los blancos. Higuaín, Marcelo, Benzema y Raúl tuvieron en sus botas la oportunidad de cambiarlo todo. Y lo cierto es que durante algo más de 45 minutos parecía que iba a ser así. El guión tenía todos los ingredientes necesarios: Xabi Alonso, apoyado por Lass, se erigía como el mariscal del centro del campo con pases medidos, Ramos hizo de la banda derecha un carril con peligro constante, los genios de la delantera se gustaban y contagiaban ese espíritu al público y una férrea defensa adelantada reducía al gigante blaugrana.
La afición madridista se preguntaba dónde habían estado escondidos los actores merengues hasta ese momento. Cada uno, por fin, había comprendido el sentido de su papel en este millonario plantel. Todos los engranajes funcionaban casi perfectamente. Con tanta armonía, lo normal es que las cosas saliesen. Y bien. Pero en toda película hay un antagonista que siempre intenta fastidiar al bueno. A veces lo consigue y a veces no. El papel le tocó a Puyol que se multiplicó en las tareas defensivas del equipo dirigido por Guardiola. El defensa catalán apareció una y otra vez, incansable, para recordar a los actores blancos que los azulgranas también estaban escribiendo su propio guión. Despacito y con buena letra.
El primer capítulo consistió en buscar soluciones efectivas. Más allá de la línea de presión madridista aún quedaba esperanza. Primero en forma de pases largos a los que ni Messi, tocado, ni Henry, que a ratos parecía vestir la elástica blanca bajo la azulgrana, pudieron llegar con éxito. En las comedias romanticonas adolescentes (el sumun de lo predecible), el chico menos popular opta por ser persistente para conquistar a la más guapa del instituto. Al final, funciona. Y al Barça también le sirvió esta estrategia. Consiguió alargar el campo, retrasar a su rival y volver a ser él mismo. El último detalle llegó con la reanudación del partido. Ibrahimovic saltó al césped sustituyendo a Henry. Higuaín junto a Cristiano, siempre presente en las acciones de ataque merengues, intentaron encarrilar la escena pero ahí estaba, de nuevo, Puyol. Y de las botas del capitán azulgrana nació la clave que permitió adivinar el final de este largometraje.
Por la banda derecha apareció la bala brasileña de Alves que condujo el balón y lo envió, preciso, a las botas azules del sueco Ibrahimovic que lo empalmó enviándolo a las redes de Casillas. El cancerbero blanco nada pudo hacer para evitar que los azulgranas terminaran por definir el final de esta grandiosa película. Un partido así siempre es distinto al anterior y al siguiente. Y, además, hay una regla que se cumple fielmente: El que primero marca, se lleva el triunfo. Si es que Murphy no aparece… Su presencia se hizo notar en la merecida expulsión de Busquets. Como los grandes guerreros de las películas épicas e históricas, el Barça se creció en la adversidad y dio paso a un conjunto de filigranas futbolísticas. Los grandes “culpables” de esto fueron los diminutos de Guardiola: Messi, Iniesta y Xavi que recordaron al personal por qué este equipo conquistó cinco títulos la pasada campaña.
La supremacía, como la fama, a veces resulta peligrosa si no se sabe controlar y el Madrid fue algo ninguneado por el juego del Barça. Y, probablemente, no se lo merecía ya que fue un digno rival. Lass no aguantó tal ofensa y acabó el partido en los vestuarios. Aún herido de muerte, los de Pellegrini, comandados por Kaká, siguieron luchando por reescribir el guión de la batalla y cambiar el color de la victoria. Aún con todo, Iker tuvo que desplegar esas alas mágicas con las que la suerte le ha bendecido para evitar que la derrota fuese, injustamente, mayor. Lo que no pudo cambiar fue que la victoria se quedase en casa del eterno rival.
El final de la película fue agridulce. El Real Madrid pierde el liderato pero sale reforzado del indomable feudo enemigo. El Barça recupera el primer puesto de la Liga aunque sin maravillar como hizo en otros combates. En las películas más que predecibles que nos vende Hollywood, los protagonistas también se llevan su pedazo dulce del pastel.
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