A una carta le responde otra carta que más que letras es un canto desesperado. Un grito sin retorno. Un chillido desgarrado. Una voz que se consume ahogada por las lágrimas.
No te diluyas. No me disuelvas. Te lo pido. Te lo ruego. Te lo suplico. Te lo imploro. No abandones nuestra burbuja llena de fallos y defectos que es lo que la hace perfecta. No dejes a la otra mitad de este binomio huérfana de un hombro sobre el que llorar y sobre el que esconder una sonrisa o una carcajada. No le prives del candor de tus brazos ni del tacto de tu piel. No borres las charlas a la luz de la luna, balo el sol abrasador, alrededor de un café o compartiendo una botella de ron.
Por favor, querido, no rompas en mil añicos ese camino de baldosas negras y blancas que tanto nos ha costado construir. No te tires del barco porque esta vez me prohíbes cumplir una máxima universal que me obliga a ir detrás de ti si esa es tu decisión. Deja prendida una última llama, por pequeña y débil que sea, y vamos a agarrarnos a ella como si fuese nuestra última llave para salvarnos. Pero hagámoslo juntos.
Hoy he salido al mundo y todo era destrucción, caos, ruina. Un desastre patas arriba. Y yo en medio, a punto de caer en un siniestro estado de locura causado por la impotencia de ver cómo todo se venía abajo, sin poder hacer otra cosa que no sea llorar como los débiles y agachar la cabeza por miedo a mirar de frente a la realidad y asumir que estoy jodida sin ti. Muy jodida y asquerosamente perdida. Y te lo confieso igual que tú lo has hecho este martes y 13 que es de todo menos gafe.
Aparto mi careta veneciana para susurrarte que nunca eliminé el remolino de sensaciones que me causabas, que sólo lo mantenía bajo control. Estricto, eso sí. Las ilusiones se han desvanecido. Se han borrado de un plumazo las ganas de reír, de viajar, de coquetear con el límite de la perdición, de soñar, de ir al cine, de escuchar mi música, de escribir, de ser periodista, de sentir, de amar, de ver, mirar y observar detalles, de pasear, de dormir, de comer... Se han ido las ganas de ser persona, de vivir... No sé cómo es la vida sin ti, no sé si tiene sentido, si existe el impulso necesario que me saque cada mañana de la cama y me haga beberme el día. Y hasta hoy he creído firmemente que el desdoblamiento de nuestro camino de baldosas no era perenne e infinito sino que existía un punto en el que se volvía a juntar. Sólo teníamos que aprender a esperar. Mis esquemas se rompen cuando te cuento que en mis planes de futuro, porque éstos existen aunque lo niegue un millón de veces, el único que apareces eres tú.
Pero ahora ¿esto qué importancia tiene? He echado a correr bajo una fina capa de lluvia que riega Madrid, acojonada sin querer mirar atrás y sin querer parar. He sobrepasado el límite del bien para evadirme del mundo y creer a pies juntillas que todo ha sido una maldita pesadilla. pero ni siquiera el lado oscuro con el que juego cada noche ha podido aliviarme...
Me cuesta recordar tu cara, el sonido de tu voz, tu figura, tu olor, el tacto de tu piel... Te vas de mi vida o me echas de la tuya y más que nunca me hundo porque no sé qué hará conmigo la gente y el mundo ahora que ya no estás tú...
Órdago a grandes
Ele, pequeña...qué triste :(
ResponderEliminarPero cómo me alegra volver a seguirte por algún lado. He creado un blog para retratar mis andanzas por Stamford, así que aquí te dejo la dirección por si te apetece pasarte de vez en cuando. Espro verte pronto! un besazo
http://micaminoempiezaahora.blogspot.com/