Al final, no nos acordaremos tanto de las palabras de nuestros enemigos sino de los silencios de nuestros amigos - Martin Luther King Jr.
2007, una rabieta de niña mimada. 2010, un mensaje de perdón y redención. Una niña mimada arrepentida con sus pecados expiados.
No voy a decir nada que no esté escrito sobre la amistad. Algo complejo y maravilloso a la vez. Una droga maravillosa porque sin mis buenos amigos no me imagino cómo sería mi mañana. Y hablo de los buenos porque amigos hay de muchos tipos y los buenos de verdad, a día de hoy, escasean mucho. Demasiado, quizás. Es por ello que cada día se arrepiente más de aquel enfado de una chica adulta a la que le quedaba tanto por madurar... El tiempo la fue poniendo en su lugar. O no. No porque en tres años con sus 1095 días y sus 1095 noches sólo dio tumbos. Sin rumbo. Sin sentido. Sin equilibrio. Coqueteando con el riesgo. Sobrepasando el límite que lleva del bien al mal sin nadie que posase una mano en su hombro para pararla. Para protegerla de la autodestrucción.
En medio de esa espiral sin control, Morfeo y su subconsciente se aliaron y cada noche rescataron de su intento de olvido recuerdos, anhelos y deseos ocultos que latían, suavemente, pero lo hacían en el fondo de su ser. Y una mañana decidió acabar con todo aquello y expió sus pecados. Las palabras salieron de su pluma igual que bullían en su mente, en su interior. No esperaba nada, ni una respuesta ni el perdón de la persona dañada. Se cree el ladrón que todos son de su misma condición porque hubo de todo. Una respuesta, un perdón y un cartel de bienvenida. No podía creerlo. El caudal descontrolado volvía a su cauce. La normalidad y la tranquilidad se instaló, apaciblemente, en su vida. Me prometí a mí misma que era era la última libreta que empezaba con él. No más borrones y cuentas nuevas con la mejor persona que ha pasado por mi vida. Tengo todo el tiempo del mundo para recuperar estos tres años perdidos. Allá vamos. ¡Cuánto te he echado de menos!
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