Hoy es martes. Sí. Una ola de frío obliga a los españoles a combatir estoicamente las bajas temperaturas que hoy se notan más en la capital de España y menos en la catalana. Porque este último día de noviembre tiene distintos matices para blancos y blaugranas. Un baile de salón y cinco goles del actual campeón de Liga tienen la culpa.
Nadie se imaginaba una realización tan pulcra en las pasos perfectamente ejecutados que mostraron ayer los de Guardiola. Y mucho menos que la puntuación final que iban a obtener era de cinco sobre cinco. El partido de los dos contrincantes se refleja en dos pinceladas. La primera de ellas, el gol de Xavi. Quizás tuvo suerte pero cuando el balón le llegó, lo más complicado ya estaba hecho gracias a Iniesta que metió un pase preciso a la espalda de la defensa madridista. El 8 más blanco del Barça circuló por el campo a su antojo, solitario, incluso echando de menos un jugador merengue que le defendiese, que le presionase. Pero esta cuestión la trataremos más tarde. Xavi se encontró con un balón que caía del cielo y con Casillas a punto de abrazarle. La picó con la puntera. Gol. Éxtasis blaugrana, desesperación madridista. Y este sentimiento se vio reflejado en la primera trifulca de la contienda. Cristiano quería sacar y Guardiola no quiso darle el balón. El portugués no puede empujar a un señor como Pep y un señor como Pep no se puede permitir gestos así. De chulo. No es el estilo de alguien que ha ganado seis títulos en una sola temporada. La temperatura del partido se elevó, los ánimos se caldearon, los malos del recreo sacaron a pasear su altanería e Iturralde las tarjetas. Lo que les decía, dos reflejos: la clase del Barça, la poca finura del Real Madrid.
Y todo esto ocurrió en media hora. Treinta minutos en los que el Barça tuvo tiempo de aumentar su cuenta goleadora con un tanto más. Xavi cambió el ritmo del baile a la banda izquierda donde le esperaba Villa. Solo. Ramos debía estar mirando los pasos de baile blaugranas, intentando aprender. Villa pasó el testigo y Casillas en lugar de atrapar, tocó el balón como queriendo formar parte de la armonía. El protagonismo se lo robó Pedrito rematando a placer con la derecha. Pese a la que estaba cayendo, el Real Madrid dio leves señales de vida. Di María se plantó ante Valdés y tiró a los guantes, probando al cancerbero azulgrana. Cristiano, antes de caer en su eterno pecado de egoísmo y chutar cualquier balón que llegaba a sus botas, no cesó en buscar a Benzema. El problema es que el francés no se encuentra a sí mismo y así, es complicado que los demás den con él. Mourinho debería poner solución a este problema cuanto antes. Con Higuaín lesionado, ¿qué delanteros puros le quedan al Real Madrid? La primera parte había tenido todos los ingredientes de un partido de esta altura pero faltaba la pizca de polémica que llegó con el penalti de Valdés a Cristiano que Iturralde no pitó. El azulgrana llegó tarde y se llevó por delante al portugués que sigue sin despuntar en los grandes partidos. Y son esos encuentros los que más pesan porque consagran jugadores o hunden equipos. El de ayer sirvió para poner nombre y apellidos al próximo Balón de Oro: Xavi Hernández Creus. Si al final no resulta así, el fútbol dejará de existir.
A pesar del aluvión de fútbol y otros menesteres vividos sobre el césped del Camp Nou, que rugía a base de olés, quedaban 45 minutos. Los madridistas esperaban que su equipo empezase a jugar al fútbol porque, hasta ese momento, se había limitado a estar en el campo de forma ordenada pero vulgar. Habían extendido una alfombra roja para que el Barça desplegase sus encantos. Inexplicable en un conjunto dirigido por el aguerrido Mourinho. Decían los jugadores blancos en los días previos que la clave era ahogar al Barça en el medio del campo. Pararles los pies ahí. Se sabían la lección pero no como aplicarla. Eso no vale. Los culés se frotaban las manos esperando una segunda parte plácida. Pobres ilusos. Sus jugadores no iban a permitirlo. O por lo menos Messi.
El argentino sigue sin poder marcar a un equipo dirigido por Mou pero a falta de goles, buenas son asistencias. El Guaje Villa se benefició de dos pases. El primero de ellos en el límite de la legalidad pero dentro de ella, cruzó el balón a la derecha batiendo a Casillas que tampoco pudo evitar el segundo del asturiano y el cuarto del Barça. En el mano a mano, donde el de Móstoles nunca falla, falló. El Real Madrid había adelantado su defensa y esto permitió un festín de pases en profundidad blaugranas. Salían ante el enemigo a pecho descubierto y en estas contiendas, esa actitud se paga cara. Con el Real Madrid roto y descompuesto, el quinto no tardó en llegar. Marca de la casa, de la Massía, de esa cantera donde pulen y fabrican auténticas joyas. Bojan para Jeffren. El canterano jamás olvidará su primer gol.
El Barça gustaba y se gustaba y el Real Madrid se enrabietaba. Se podría decir que los blaugranas pusieron el fútbol y los blancos el toque que todo partido necesita, el peleón. En el descuento Ramos representó a la perfección ese papel: patada a Messi, manotazo a Puyol y roja. Obvio. El Clásico nos trae muchas conclusiones pero una por encima de todas: el principal problema del Real Madrid sigue siendo este Barça perennemente perfecto. El escenario era el ideal para que el equipo dirigido por Mou demostrase que ha cambiado a mejor. Porque lo fácil es hacerlo ante equipos, a priori, más débiles. En el fútbol lo que cuentan son los exámenes finales, no los parciales. Y ayer el Barça se anotó su quinta MH y el Madrid su quinto suspenso. Parece que la cosa iba de cincos…
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